Desde esta teoría de la personalidad y bajo la influencia de la filosofía existencial son
dos los problemas básicos que dan origen a la psicopatología: cómo separarse intrapsíquicamente
de las figuras parentales y cómo encontrarle sentido a la vida. Ambos
problemas son generadores de la angustia que se sitúa en el conflicto básico existente
entre la necesidad de libertad e independencia y la necesidad de obtener la adaptación
familiar y social en general. Las patologías, por tanto, se conciben como formas
erróneas de superar la angustia existencial y presentan manifestaciones diversas. Entre
ellas el déficit de sentimientos sociales –en el sentido de Adler- que actúa como factor
patógeno o los rasgos de personalidad patológica que como el sadismo, elmasoquismo, la destructividad y la conformidad automática – en el sentido de Frommconstituyen
mecanismos de evasión de la libertad creativa.
Tal y como se afirma desde la División 32 de la American Psychological Association
(2004) el comportamiento problemático es una expresión, si bien contraproducente, de
los deseos de la persona de crecer y volverse más funcional. En este sentido, los
problemas son cosas que los individuos tienen, no cosas que constituyen a los
individuos. Más bien, éstos emergen del esfuerzo global de la persona por adaptarse y
hacer frente a las demandas sobre sí mismo por parte del mundo.
A partir de esta comprensión general de la psicopatología en la PIH se ha desarrollado
un modelo a partir del que pueden identificarse los diferentes trastornos
psicopatológicos en torno al concepto de autorrealización tomando como elemento
estructural el Ciclo de la Experiencia de la Psicoterapia de la Gestalt. Las diferentes
psicopatologías se entienden como obstáculos para la creatividad personal,
concretamente se habla de “bloqueos”, “dispersiones” o “distorsiones” del fluir vital,
que impiden el logro de una personalidad y conductas creadoras. El ciclo de la
experiencia en la PIH ha sido enriquecido, en cuanto a los mecanismos que lo
interrumpen, y ampliado el número de fases respecto a su versión gestáltica original
dando como resultado las trece fases que se detallan en la tabla 2.
1.3.4. Metas de la psicoterapia
La psicoterapia generalmente se entiende como un proceso orientado al tratamiento de
los síntomas y a la recuperación de las capacidades anuladas o deterioradas. En
cambio, Rogers considera que en la Psicologia Humanista el foco es el individuo y no el
problema. La meta de la psicoterapia no es resolver un problema particular o trastorno,
sino ayudar a crecer a la persona de modo que sea capaz de afrontar el problema
presente y los que se presenten en el futuro (Gondra, 2002). Por tanto se concibe
como un proceso de reeducación y autoeducación, en el que se trata de conocer para
ser porque “en tanto en cuanto cada uno de nosotros nos hagamos responsables de
nuestro comportamiento individual y social, interno y externo, podremos emprender
una tarea de elección o de cambio” (Gimeno-Bayón, 2002, p. 25). Desde esta
perspectiva se comprende que adquieran gran relevancia elementos como la dimensión
ética de la persona, la vivencia de la libertad humana, el desarrollo de la voluntad y
sobretodo de la creatividad (Maslow, 1990).
La creatividad se considera una característica primordial del ser humano, signo de
salud mental y/o crecimiento personal que consiste en la reorganización de forma
nueva y valiosa de un todo que se manifiesta en cualquier actividad humana. Desde el
punto de vista de la terapia, la creatividad constituye una actitud necesaria en el
proceso psicoterapéutico que se orienta a un quehacer más flexible y en consecuencia
más adaptativo. A la vez el desarrollo de la creatividad o actitud creadora del cliente
pasa por la integración de todas las dimensiones de su persona y por la conciencia de
la propia responsabilidad en la construcción de su realidad. Esta posición a la que Kelly
denomina alternativismo constructivo es un aspecto clave en el proceso
psicoterapéutico en cuanto conlleva una redefinición operativa del presente en vistas a
la apertura al cambio que permita un avance significativo del proceso existencial (Rosal
y Gimeno-Bayón, 2001).
Coherente con lo anterior, son objetivos prioritarios del proceso psicoterapéutico en la
PIH, potenciar la reconstrucción creativa de símbolos, superar la simbiosis y provocar
Psicoterapia Integradora Humanista
Capítulo I
44
cambios en la actitud vital. En vistas a estos objetivos se requiere por parte del
paciente/cliente1 la toma de conciencia de los bloqueos, dispersiones y distorsiones de
la energía que dificultan el fluir vital de su existencia a fin de poder superarlos. Para
ello el proceso pasa por el análisis estructural y funcional de los estados del yo de la
personalidad, por explorar a través de diferentes estrategias el guión de vida que rige
la existencia del cliente y la posición actitudinal que adopta ante la misma, la llamada
posición vital. También a lo largo del proceso psicoterapéutico se busca poner de
manifiesto los juegos psicológicos que rigen las relaciones que establece la persona
que acude a terapia, las emociones parásitas y prohibidas que subyacen a su malestar,
etc.
En definitiva, el proceso psicoterapéutico en el marco de la Psicoterapia Integradora
Humanista pasa por una aceptación del sí mismo genuino, por la superación de las
interrupciones del ciclo de la experiencia y por el desarrollo de las capacidades
personales que orientan hacia un estilo creativo en el pensar, el amar y el trabajar
para el logro de una personalidad y conductas sanas. Los elementos que se consideran
indispensables para la consecución de esta meta son dos: la relación terapéutica dada
la relevancia de la experiencia relacional para el crecimiento personal y las técnicas o
estrategias empleadas en el proceso terapéutico que permiten la utilización integradade la energía psicológica y corporal.
Darrera modificació: dimecres, 30 de desembre 2015, 13:20